Es verano, y aunque acá en Castro en estos momentos hay casi un diluvio, esta época del año me hace pensar constantemente en pequeños shorts a la cintura, trenzas, trajes marineritos, lentes de corazón, labios rojos y amores prohibidos. Me imagino en esas tardes de letargo, sin nada que hacer cuando hace mucho calor para levantarse y salir de la pieza a vivir la vida, y no puedo evitar que vengan a mi mente las imágenes de una de las películas que marcó me infancia y que convirtió a Jeremy Irons en uno de mis amores para toda la vida.
Puedo recordar perfectamente la primera vez que vi Lolita, creo que tenía alrededor de 10 años y mis papás me habían mandado a acostar antes de que empezara, por supuesto esto no hizo más que aumentar mi curiosidad y apenas llegué a mi pieza prendí el televisor y me encontré con una de las fantasías que me perseguiría de ahí hasta siempre. La maravillosa historia de pasión entre el profesor Humbert y la pequeña Dolores, con todas sus hermosas perversiones se convirtió para mi en una obsesión. En muchos momentos me he encontrado fantaseando con ser esta cautivadora e inocente niña capaz de conquistar a un hombre adulto, enamorarlo y luego dejarlo hecho trizas, porque en realidad no haces más que jugar, como cualquier niña de tu edad.